Corte y sutura

En un fragmento de la película sobre los cineastas Jean-Marie Straub y Danièle Huillet, Onde jazz o teu sonriso? de Pedro Costa, Straub hace una síntesis sobre el proceso montaje según Sergei Einsestein. Primero está la idea, luego la materia y, por último, la forma. Antes que nada, el montador debe tener una imagen, la idea, en su cabeza. Luego ha de enfrentarse a la materia –los fragmentos de la película, los carretes, etc. Finalmente, es aquí donde se libra la batalla cuyo desenlace es la forma. El resto, dice Straub, es material sobrante.
Deducimos que el proceso pictórico tras “Malestar” de Juanjo Valencia se basa en un ejercicio de montaje similar. Sin embargo, podríamos decir que la relación de todas las imágenes no parece que tenga un carácter informativo –la trasmisión de un mensaje–, sino que más bien percibimos un carácter discontinuo, no articulado y que opera en el campo de lo poético. Reconocemos diferentes profundidades en las que nos encontramos con imágenes icónicas, pero también con otras que no son especialmente singulares. Un diálogo que nos confunde en la intencionalidad simbólica del conjunto. Tanto que la aparente ausencia de un significado cohesivo hace que uno se pregunte acerca de dónde se encuentra el montaje. ¿Estamos ante la materia residual a la que se refiere Straub? En sus notas sobre algunos fotogramas de Sergei Einsenstein, Roland Barthes reconoce en la imagen fílmica un sentido obtuso que huye del campo de la comunicación y del grado simbólico obvio de la imagen. Se trata de "un significante sin significado" que solo puede captarse a través del artificio del fotograma. Esto es, una imagen libre del tiempo fílmico, pero que al mismo tiempo se relaciona con la película a la manera de un palimpsesto. Es decir, existe únicamente a través de la correlación: aunque en el fotograma no haya montaje, la estructura del film siempre está implícita.
No es acaso el “Malestar” una yuxtaposición que implica un estar aquí-ahora y una diferenciación con respecto a los otros; una división entre una interioridad –mi mal– y una exterioridad –estar en el mundo– o algo que en nosotros mismos no podemos definir y en los otros solo adivinamos a través de los síntomas. Aunque quizás sea su característica más enfática la de que es una sensación que irrumpe y nos escinde de la historia. Según Juanjo Valencia, con el “Malestar” estamos ante una crisis de la mismidad que acontece en un campo de relaciones con respecto a otros. Por eso, en contra del carácter autoafirmativo de la cosmovisión –en la que todo el imaginario alude a un Yo cartesiano–, con las pinturas que componen su montaje se plantea el desafío de la multiplicidad. En ellas está el otro, como una irrupción frente a uno mismo, aunque también está la omnipresencia de la ausencia y, ante todo, la posibilidad del amor entre seres. El fotograma parece estar presente en el conjunto, ya que nos encontramos ante “una acentuación en la interioridad del fragmento”, aunque al mismo tiempo la pintura aparece como la materia a la que enfrentarse con el fin de alcanzar a la forma.
Con todo, nos preguntamos si el cuerpo de imágenes de “Malestar” se sustenta en la pintura o lo fílmico. En un principio, podemos pensar que se trata de la primera opción. Pensamos que la pintura carga con el peso de la muerte y el óleo, como materia, irá corrompiéndose con el paso del tiempo. Pensamos que quizás en un futuro, al hacer radiografías y ver las grietas que con el tiempo irá sufriendo la materia pictórica, los insectos que se alimentan de la tela, la corrupción de todo lo orgánico que hay en ella, efectivamente, hallaremos el origen de todos los malestares. Sin embargo, al observar las pinturas que componen el montaje, nos percatamos de que Valencia nos habla de un estado coyuntural, un estrés ambiental que depende del contexto y de todas las relaciones, más que de una condición inherente a la existencia. Con el acento en lo obtuso de las imágenes no hay una alusión al final, sino a una forma "deja ver el corte y sutura" dentro del montaje de una historia. Este es el inicio de una incertidumbre y, ante todo, un motor para pintar.

Néstor Delgado